Levemente sonreía,
dulcemente la miraba
y, en silencio, me encontraba
ante la ingente imagen
de una diosa despiadada.
Deja volar la ilusión ,
deja ¡oh … diosa! los deseos …
que se vayan con la espuma
en busca de otra mansión…
que rompan contra otro pecho
inudando un corazón…
deja , al fin, que me libere
de tu carcel despiadada,
deja, diosa, que me eleve
hasta fundirme en tu faz
y que el mal de amor
me entierre…
… junto a ti en la eternidad.
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