... sumergida una sonrisa...
y, en silencio,
bajo el velo de la brisa
desde el piélago sonoro
deja emerger-ya constante-
“ blanca y plata”.
Se aproxima,
la ilumina,
y adivina cada instante.
Y un alma
que goza en versos
la contemplación divina
deja volar sus caricias de
amapolas blanquecinas.
Y prendidas por la brisa
que al volar....
urde una “Pomba”.
Con cariñosas promesas
de infinitud celestial,
vuela libre la princesa:
“ amapola de cristal”.
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